jueves, 1 de diciembre de 2016

Escape (I)

La llegada ha sido como esperaba, una mezcla entre cansancio y emoción. Me cuesta dormir en cualquier medio de transporte, esto no quita que a veces caiga como si mi vida dependiera de respirar (que no roncar) profundamente. Esta vez no ha sido el caso. He quemado series, música y el mapa interactivo que te ofrece Iberia en el que puedes ver por dónde va el avión y a la vez buscar en el globo dónde está Zaragoza o hasta Missouri. El control de seguridad no ofrece sorpresa alguna, más vale, porque sino sería mala señal, pero si respondes al policía con la seguridad de un concursante del la tele ya lo tienes hecho, pasas la puerta de la aduana y ya has llegado.

 El tío que me recogía me ha saludado llamándome "Boss", claro síntoma de que lo anglosajón nos está ganando la batalla, en España te llaman de "jefe" si eres camarero veterano en un bar. Me ha dejado en el hotel y creo que me he despedido con un: "thanks man" (a la vez que me moría por chocarle la mano como si hubiésemos crecido juntos en el mismo barrio). He subido a la habitación, dejado las cosas y he vuelto a irme. Ya eran las 9 y pico de la noche, así que tampoco era cuestión de hacer probatinas y perderme por ahí. Ha sido entonces cuando he dicho que iba a repetir la misma rutina de la última vez que vine, que fue hace 4 años casi por estas fechas. Esa rutina se ha basado en llegar hasta Times Sq para quedarme cegado por la luz de los anuncios. Esos carteles me recuerdan a Mad Men, aunque nunca salieran explícitamente en la serie, pero me recuerdan que el origen de nuestra sociedad está aquí. Una vez deslumbrado decido qué tal vez sea momento de volver, esa luz cegadora le recuerda a mis ojos que están cansados y los gritos de una pareja discutiendo (españoles) terminan de idealizarme el momento. Ya en plena vuelta a la realidad es cuando me percato que esa lluvia pulverizada que apenas llegaba a ver, dudo que aquí la llamen Txirimiri, me ha empapado por completo. Si no me llego a recortar la barba esta mañana  parecería George Clooney en la Tormenta perfecta, no solo por el físico (que a veces puedo parecerme) sino por el abrigo completamente calado.

Según me acerco al hotel los sitios de comida se dividen en tres: hamburguesas, pizzas y ¿healthy? Food. No hay mucho donde elegir, por lo que decido no complicarme la vida, entro en el sitio de las pizzas: 1 trozo de pizza pepperoni y 1 chocolate caliente por favor. En ese preciso instante veo que están echando el Barça-Hércules en esa cutre tienda al otro lado del mundo. Le digo que mejor para llevar, que me lo subo al hotel. La realidad a veces parece que se molesta en perseguirte.


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